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VISITA
A LAS IGLESIAS ORIENTALES DE UCRANIA
1.-
BIENENIDA EN EL AEROPUERTO BORYSPIL DE KIEV
2.-
ENCUENTRO CON EL CONSEJO PANUCRANIANO DE
LAS IGLESIAS Y ORGANIZACIONES RELIGIOSAS 3.-
DESPEDIDA EN EL AEROPUERTO DE LVOV |
DISCURSO
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO A LA DELEGACIÓN DEL PATRIARCADO DE
CONSTANTINOPLA
*EL
PATRIARCA DE CONSTANTINOPLA CELEBRA DE LA LITURGIA DE SAN JUAN
CRISOSTOMO EN LA BASILICA DE RAVENA (Católica desde 1054)
|
Ortodoxos y católicos delimitan en
Roma
la cuestión del ministerio del Papa |
EL PAPA JUAN PABLO II Y DE SU BEATITUD CRISTODOULOS
Declaración común sobre las raíces cristianas de
Europa DELANTE DE LA BENA DE
SAN PABLO, APÓSTOL DE LAS NACIONES
Declaración en la visita de la Delegación vaticana a la Iglesia Ortodoxa
Griega
Homilía en la clausura de la Semana de Oración 02-2003
Homilía Centenario Santa Brigida de Suecia 04-2002
Visita a Atenas
En el Areópago de Atenas
Nos, el Papa Juan-Pablo II, obispo de Roma, y Cristodoulos, Arzobispo de Atenas y de toda Grecia delante de la Bema del Areópago, donde San Pablo, el gran apóstol de las naciones, "llamado a ser apóstol escogido para anunciar el Evangelio de Dios" ( Rom,1,1,), predicó a los atenienses el único Dios Verdadero Padre, Hijo y Espíritu Santo, e invitó a sus oyentes a la fe y el perdón, por la presente ,
Declaramos:
1.- Damos gracias de Dios por nuestro encuentro y por el intercambio mutuo aquí, en la ilustre ciudad de Atenas Sede Patriarcal de la Iglesia ortodoxa apostólica de Grecia.
2.- Volvemos a decir con una sola voz y un solo corazón las palabras del Apóstol de las Naciones "Hermanos, yo os conjuro en nombre de Nuestro Señor Jesucristo: a que tengáis todos un mismo sentir, y no haya entre vosotros disensiones"(1Cor 1,10)Nosotros oramos para que esta exhortación sea escuchada por todo el mundo cristiano de forma que la paz pueda llegar a "todos los que invocan en cualquier parte el nombre de Nuestro Señor Jesucristo" (1 Cor 1,2) Condenamos todo recurso a la violencia Dios, al proselitismo y al fanatismo en nombre de la religión. Afirmamos particularmente que las relaciones entre cristianos, en todas sus manifestaciones, deben estar impregnadas de honestidad, de prudencia
y de conocimiento de lo que está en juego.
3.- Nosotros observamos que la evolución social y científica no ha sido acompañada por mayor profundización del sentido y del valor de la vida, que en cualquier circunstancia es un don de Dios, ni de una aprecio de la dignidad única del ser humano, creado a la imagen y semejanza del Creador. Muy al contrario el desarrollo económico y tecnológico no aprovecha de con equidad a toda la humanidad sino solamente a una pequeña parte de ella. Además, la mejora de las condiciones de vida no han llevado consigo la apertura del corazón de los hombres al prójimo que sufren el hambre y la desnudez. Estamos llamados a trabajar unidos para que prevalezca la justicia para ayudar a los necesitados y para servir a cuantos sufren, manteniendo siempre en la memoria las palabras de San Pablo: El Reino de Dios no es cuestión de comida y bebida sino de justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo.
4.- Nos consterna comprobar que lAs guerras las matanzas, la tortura y el martirio constituyen una realidad terrible y cotidiana para millones de nuestros hermanos. Nos comprometemos nosotros mismos a luchar por el progreso de la paz en el mundo, por el respeto de la vida y la dignidad humanas, y por la solidaridad con todos aquellos que viven en la necesidad. Estamos satisfechos de asociar nuestras voces a la voz de muchos a través del mundo que han manifestado la esperanza de que con ocasión de los juegos olímpicos que tendrán lugar en Grecia el 2004, se reviva la antigua tradición griega de la tregua olímpica, de forma que cesen todas las guerras y que cese el terrorismo y la violencia.
5.- Seguimos con mucha atención y no sin inquietud cuanto concierne a la mundialización. Esperamos que traerá buen fruto. Sin embargo deseamos poner en evidencia que los frutos podrían mostrarse nocivos si lo que se puede decir mundialización de la "fraternidad" en Cristo, no se realizara en toda sinceridad y eficacia.
6.- Nos complace constatar el éxito y el progreso de la Unión Europea. La unión del mundo europeo en una sola entidad civil, sin que significa para los pueblos la pérdida de su propia conciencia de sus tradiciones y de su identidad nacional, tal como ha sido la intuición de sus fundadores No obstante, la tendencia naciente a transformar ciertos países de Europa en Estados Secularizados sin ninguna referencia a la religión constituye una regresión y una negación de su herencia espiritual. Estamos llamados a intensificar nuestros esfuerzos para la unificación de Europa se pueda realizar. Debemos hacer cuanto esté de nuestra parte para que las raíces cristianas de Europa y que su alma cristiana pueda permanecer intacta
Con esta Declaración Común, nosotros el Papa Juan-Pablo II, obispo de Roma, y Cristodoulos, Arzobispo de Grecia de Atenas y de toda Grecia, deseamos que "Dios mismo, nuestro Padre, y que Nuestro Señor Jesús, dirijan nuestro camino. Que el Señor haga crecer y abundar el amor que os tenéis unos a otros y para con todos Que consolide vuestros corazones con una santidad irreprochable delante de Dios Padre, a la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos (Cf.1 TH. 3,11-13). Amen
En Atenas, en el Areópago, el 4 de mayo de 2001
Traducción CEV (Comisión de Ecumenismo
de Valencia)
Principal
1.-
BIENVENIDA EN EL AEROPUERTO BORYSPIL DE KIEV
DISCURSO
DE JUAN PABLO II
Sábado 23 de junio de 2001
Señor
presidente;
ilustres autoridades civiles y miembros del Cuerpo diplomático;
venerados hermanos en el episcopado;
amadísimos hermanos y hermanas:
1. Durante mucho tiempo he anhelado esta visita y he orado intensamente
para que pudiera llevarse a cabo. Por fin, con íntima emoción y alegría, he
podido besar esta amada tierra de Ucrania. Doy gracias a Dios por el don que hoy
se me concede.
La historia ha conservado los nombres de dos Pontífices romanos que, en
el pasado lejano, llegaron hasta estos lugares: san Clemente I, al final
del siglo primero, y san Martín I, a mediados del séptimo. Fueron deportados a
Crimea, donde murieron mártires. En cambio, su actual sucesor llega a vosotros en
un marco de acogida festiva, con el deseo de acudir como peregrino a los célebres
templos de Kiev, cuna de la cultura cristiana de todo el Oriente europeo.
Vengo a vosotros, queridos ciudadanos de Ucrania, como amigo de vuestra noble
nación. Vengo como hermano en la fe a abrazar a numerosos cristianos que,
en medio de las tribulaciones más duras, han perseverado en su adhesión fiel a
Cristo.
Vengo impulsado por el amor, para expresar a todos los hijos de esta tierra, a
los ucranios de cualquier pertenencia cultural y religiosa, mi estima y mi
amistad cordial.
2. Te saludo, Ucrania, testigo valiente y tenaz de adhesión a los
valores de la fe. ¡Cuánto has sufrido para reivindicar, en momentos difíciles,
la libertad de profesarla!
Me vienen a la memoria las palabras del apóstol san Andrés, el cual, según la
tradición, dijo que vio resplandecer sobre las colinas de Kiev la gloria de
Dios. Es lo que aconteció, algunos siglos después, con el bautismo del príncipe
Vladimiro y de su pueblo.
Pero la visión que tuvo el Apóstol no sólo atañe a vuestro pasado; se
proyecta también sobre el futuro del país. En efecto, con los ojos del corazón
me parece ver cómo se difunde en vuestra tierra bendita una nueva luz: la
que brota de la renovada confirmación de la opción hecha en el lejano año
988, cuando Cristo fue acogido aquí como "camino, verdad y
vida" (cf. Jn 14, 6).
3. Si hoy tengo la alegría de estar aquí entre vosotros, lo debo a la
invitación que me hicieron usted, señor presidente Leonid Kuchma, y todos
vosotros, venerados hermanos en el episcopado de las dos tradiciones, oriental y
occidental. Os agradezco sinceramente este gesto de amabilidad, que me ha
permitido pisar por primera vez como Sucesor del apóstol Pedro la tierra de
este país.
Le expreso mi agradecimiento ante todo a usted, señor presidente, por la
cordial acogida y las amables palabras que me acaba de dirigir también en
nombre de todos sus compatriotas. A través de usted quisiera saludar a toda la
población ucraniana, congratulándome por la independencia reconquistada y
dando gracias a Dios porque se logró sin derramamiento de sangre. Me
brota del corazón un deseo: que la nación ucraniana prosiga por este
camino de paz gracias a la contribución concorde de los diversos grupos étnicos,
culturales y religiosos. Sin la paz no es posible una prosperidad común y
duradera.
4. Mi agradecimiento se extiende ahora a vosotros, venerados hermanos en el
episcopado de la Iglesia greco-católica y de la Iglesia católica romana. He
conservado en mi corazón vuestras repetidas invitaciones a visitar Ucrania y me
alegro ahora de poder finalmente responder a ellas.
Pienso con alegría anticipada en las varias ocasiones que tendremos en los próximos
días de reunirnos para orar a Cristo, nuestro Señor. Ya desde ahora
saludo afectuosamente a vuestros fieles.
¡Qué carga tan enorme de sufrimientos habéis debido soportar en los años
pasados! Pero ahora estáis reaccionando con entusiasmo y os reorganizáis
buscando luz y consuelo en vuestro glorioso pasado. Tenéis la intención de
proseguir con valentía en el compromiso de difundir el Evangelio, luz de verdad
y amor para todo ser humano. ¡Ánimo! Es un propósito que os honra, y
ciertamente el Señor os concederá la gracia para cumplirlo.
5. Peregrino de paz y fraternidad, espero ser acogido con amistad también
por aquellos que, aunque no pertenezcan a la Iglesia católica, tienen el corazón
abierto al diálogo y a la cooperación. Deseo asegurarles que no he venido
con propósitos de proselitismo, sino para dar testimonio de Cristo
juntamente con todos los cristianos de cada Iglesia y comunidad eclesial, y para
invitar a todos los hijos e hijas de esta noble tierra a dirigir la mirada hacia
Aquel que dio su vida para la salvación del mundo.
Con este espíritu saludo cordialmente ante todo a los queridos hermanos en el
episcopado, a los monjes, sacerdotes y fieles ortodoxos, que constituyen la
mayoría de los ciudadanos del país. Recuerdo complacido que en el decurso de
la historia las relaciones entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Kiev han
conocido períodos luminosos: al evocarlos, nos sentimos estimulados a
esperar un futuro de entendimiento cada vez mayor en el camino hacia la
comunión plena.
Por desgracia, ha habido también períodos tristes, en los cuales el
icono del amor de Cristo ha sido ofuscado: postrados ante el Señor común,
reconocemos nuestras culpas. Mientras pedimos perdón por los errores
cometidos en el pasado antiguo y reciente, aseguramos a nuestra vez el perdón
por las injusticias sufridas. El anhelo más intenso que brota del corazón es
que los errores de otro tiempo no se repitan en el futuro. Estamos llamados a
ser testigos de Cristo, y a serlo juntos. El recuerdo del pasado no debe frenar
hoy el camino hacia un conocimiento recíproco, que favorezca la fraternidad y
la colaboración.
El mundo está cambiando rápidamente: lo que ayer resultaba inimaginable,
hoy parece al alcance de la mano. Cristo nos exhorta a todos a reavivar en el
corazón el sentimiento del amor fraterno. Apoyándonos en el amor, podremos,
con la ayuda de Dios, transformar el mundo.
6. Mi saludo se extiende, por último, a todos los demás ciudadanos de
Ucrania. A pesar de la diversidad de las pertenencias religiosas y culturales,
amadísimos ucranios, existe un elemento que os une a todos: la
participación en las mismas vicisitudes históricas, en las esperanzas y en las
frustraciones que han conllevado.
A lo largo de los siglos, el pueblo ucraniano ha sufrido pruebas durísimas y
agotadoras. ¡Cómo no recordar, limitándonos al ámbito del siglo que
acaba de concluir, el azote de las dos guerras mundiales, las repetidas carestías,
las desastrosas calamidades naturales, eventos tristísimos que han dejado tras
de sí millones de muertos! En particular, bajo la opresión de regímenes
totalitarios como el comunista y el nazi, el pueblo corrió el
riesgo de perder su identidad nacional, cultural y religiosa, y vio diezmada su
élite intelectual, custodia del patrimonio civil y religioso de la nación.
Por último, se produjo la explosión radioactiva de Chernobyl, con sus dramáticas
y crueles consecuencias para el ambiente y la vida de tantos seres humanos. Pero
fue precisamente entonces cuando más decididamente se inició la recuperación.
Aquel acontecimiento apocalíptico, por el que vuestro país decidió renunciar
a las armas nucleares, impulsó también a los ciudadanos a un despertar enérgico,
estimulándolos a emprender el camino de una valiente renovación.
Es difícil explicar con dinámicas simplemente humanas los cambios históricos
de los dos últimos decenios. Pero, cualquiera que sea la interpretación que se
quiera dar, es cierto que de estas experiencias brotó una nueva esperanza.
Es importante no defraudar las expectativas que laten en el corazón de tantos,
sobre todo entre los jóvenes. Ahora, con la aportación de todos, es urgente
promover en las ciudades y en las aldeas de Ucrania el florecimiento de un
humanismo nuevo y auténtico. Es el sueño que vuestro gran poeta Taras
Shevchenko expresó en un famoso texto: "Ya no estarán los enemigos;
estarán los hijos, estará la madre, estará la gente en
la tierra".
7. Amadísimos ucranios, os abrazo a todos, desde Donetz a Lvov, desde
Kharkov a Odessa y Simferopol. La palabra Ucrania entraña una llamada a la
grandeza de vuestra patria que, con su historia, testimonia su vocación
singular de confín y puerta entre Oriente y Occidente. En el decurso de los
siglos, este país ha sido encrucijada privilegiada de culturas diversas, punto
de encuentro entre las riquezas espirituales de Oriente y Occidente.
Hay en Ucrania una evidente vocación europea, subrayada también por las
raíces cristianas de vuestra cultura. Mi deseo es que estas raíces fortalezcan
vuestra unidad nacional, asegurando a las reformas que estáis llevando a
cabo la savia vital de valores auténticos y comunes. Ojalá que esta tierra
siga cumpliendo su noble misión, con el sano orgullo que manifestó el poeta
recién citado, cuando escribió: "No hay en el mundo otra Ucrania;
no hay otro Dniéper". ¡Pueblo que habitas esta tierra, no lo olvides!
Con estos pensamientos en la mente, doy los primeros pasos de una visita
ardientemente anhelada y hoy felizmente iniciada. Amadísimos habitantes de
Ucrania, que Dios os bendiga y proteja siempre a vuestra amada patria.
2.-
ENCUENTRO CON EL CONSEJO PANUCRANIANO
DE LAS IGLESIAS Y ORGANIZACIONES RELIGIOSAS
DISCURSO
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Domingo 24 de junio de 2001
Ilustres representantes del Consejo panucraniano de
las Iglesias
y las organizaciones religiosas:
1. Estoy profundamente agradecido a quienes han hecho posible este
encuentro, en el que se me brinda la oportunidad de conocer más de cerca,
durante mi visita, a cada uno de vosotros, representantes de las diversas
Iglesias y organizaciones religiosas presentes en Ucrania. Os dirijo a todos mi
cordial y deferente saludo. Os expreso de corazón mi aprecio por el servicio
que vuestro Consejo panucraniano presta a la salvaguardia y a la promoción
de los valores espirituales y religiosos, indispensables para la
construcción de una sociedad auténticamente libre y democrática. Vuestro
benemérito organismo contribuye en gran medida a crear las condiciones para un
entendimiento cada vez mayor entre los miembros de las diversas Iglesias y
organizaciones religiosas, en el respeto recíproco y en la búsqueda
constante de un diálogo sincero y fecundo. No puedo menos de mencionar vuestro
laudable esfuerzo en favor de la paz entre los hombres y entre los pueblos.
2. Vuestra existencia y vuestro trabajo diario testimonian de manera
concreta que el factor religioso es parte esencial de la identidad personal
de cada hombre, cualquiera que sea la raza, el pueblo o la cultura a que
pertenezca. La religión, cuando se practica con corazón humilde y sincero, da
una aportación específica e insustituible a la promoción de una sociedad
justa y fraterna.
Un Estado que quiera ser realmente democrático no puede prescindir del respeto
pleno a la libertad religiosa de sus ciudadanos. No existe democracia
verdadera donde se pisotea una de las libertades fundamentales de la persona.
También Ucrania experimentó, en el largo y doloroso período de las
dictaduras, los efectos devastadores de la opresión atea que mortifica al
hombre y lo somete a un régimen de esclavitud. Afrontáis ahora el urgente
desafío de la reconstrucción social y moral de la nación. Con vuestra
actividad estáis llamados a dar una contribución esencial a esta obra de
renovación social, demostrando que sólo en un clima de respeto de la libertad
religiosa es posible construir una sociedad plenamente humana.
3. Os saludo en primer lugar a vosotros, queridos hermanos unidos por la fe
común en Cristo muerto y resucitado. La violenta persecución comunista no logró
extirpar del alma del pueblo ucraniano el anhelo por Cristo y su Evangelio,
porque esta fe formaba parte de su historia y de su misma vida. En efecto,
cuando se habla de libertad religiosa en vuestra tierra, el pensamiento va
espontáneamente a los gloriosos comienzos del cristianismo, que desde
hace más de mil años marca su identidad cultural y social. Con el bautismo del
príncipe Vladimiro y del pueblo de la Rus', en el año 988, empezó en las
orillas del Dniéper la presencia de la fe y de la vida cristiana.
Desde aquí el Evangelio se difundió entre los diversos pueblos situados en la
parte oriental del continente europeo. Quise recordarlo en la carta apostólica Euntes
in mundum, con ocasión del milenio del bautismo de la Rus' de Kiev,
subrayando cómo con aquel acontecimiento comenzó una vasta irradiación
misionera: "hacia Occidente hasta los montes Cárpatos, desde las
orillas meridionales del Dniéper hasta Novgorod, y desde las riberas
septentrionales del Volga (...) hasta las orillas del océano Pacífico y aún más
allá" (n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua
española, 27 de marzo de 1988, p. 20; cf. también el mensaje Magnum
baptismi donum, 1).
En una época en la que aún reinaba la comunión plena entre Roma y
Constantinopla, san Vladimiro, precedido por el ejemplo de la princesa Olga, se
prodigó por la salvaguardia de la identidad espiritual del pueblo, favoreciendo
al mismo tiempo la introducción de la Rus' en el conjunto de las demás
Iglesias. El proceso de inculturación de la fe, que ha marcado la historia de
esos pueblos hasta hoy, se ha desarrollado gracias a la infatigable labor de los
misioneros provenientes de Constantinopla.
4. Ucrania, tierra bendecida por Dios, el cristianismo constituye parte
imprescindible de tu identidad civil, cultural y religiosa. Has cumplido y
sigues cumpliendo una importante misión dentro de la gran familia de los
pueblos eslavos y del Oriente europeo. Extrae de las raíces cristianas comunes
la savia vital, de modo que siga vivificando en el tercer milenio los sarmientos
de tus comunidades eclesiales.
Cristianos de Ucrania, Dios os ayude a mirar juntos los nobles orígenes de
vuestra nación y a redescubrir juntos las firmes razones de un respetuoso y
audaz camino ecuménico, camino de acercamiento y comprensión recíproca,
gracias a la buena voluntad de cada uno. Ojalá que llegue pronto el día en que
se recupere la comunión de todos los discípulos de Cristo, la comunión
que el Señor invocó ardientemente antes de su vuelta al Padre (cf. Jn
17, 20-21).
5. Os dirijo ahora mi saludo a vosotros, representantes de las otras
religiones y organizaciones religiosas, que trabajáis en Ucrania en estrecha
colaboración con los cristianos. Este es un rasgo típico de vuestra tierra
que, por su particular ubicación y conformación, constituye un puente
natural no sólo entre Oriente y Occidente, sino también entre los pueblos
que se encuentran aquí desde hace muchos siglos. Son pueblos diversos por
origen histórico, tradición cultural y credo religioso. Quisiera recordar la
consistente presencia de los judíos, que forman una comunidad firmemente
arraigada en la sociedad y en la cultura ucraniana. También ellos han sufrido
injusticias y persecuciones por permanecer fieles a la religión de sus padres.
¿Quién podrá olvidar el enorme tributo de sangre que pagaron al fanatismo de
una ideología que propugnaba la superioridad de una raza respecto de las otras?
Precisamente aquí, en Kiev, en la localidad de Babyn Jar, durante la ocupación
nazi fueron asesinadas en pocos días muchísimas personas, entre ellas cien mil
judíos. Fue uno de los crímenes más atroces entre los muchos que, por
desgracia, debió registrar la historia del siglo pasado.
Ojalá que el recuerdo de ese episodio de furia homicida sea una saludable
advertencia para todos. ¡De qué atrocidades es capaz el hombre cuando se
engaña creyendo que puede prescindir de Dios! La voluntad de contraponerse a él
y de combatir toda expresión religiosa se manifestó prepotentemente también
en el totalitarismo ateo y comunista. Lo atestiguan en esta ciudad los
monumentos que conmemoran a las víctimas del Holodomor, a las personas
asesinadas en Bykivnia y a los muertos en la guerra de Afganistán, por citar sólo
algunos. Quiera Dios que el recuerdo de esas experiencias tan dolorosas ayude a
la humanidad actual, de modo especial a las generaciones jóvenes, a rechazar
cualquier forma de violencia y a respetar cada vez más la dignidad humana,
salvaguardando los derechos fundamentales inherentes a ella, particularmente el
derecho a la libertad religiosa.
6. Juntamente con el recuerdo del genocidio de los judíos, quisiera aludir
a los crímenes perpetrados por el poder político contra la comunidad musulmana
presente en Ucrania. Pienso, en particular, en los tártaros deportados de
Crimea a las Repúblicas asiáticas de la Unión Soviética, que ahora desean
volver a su tierra de origen. A este propósito, quiero expresar mi deseo de
que, mediante el diálogo abierto, paciente y leal, se encuentren soluciones
adecuadas, salvaguardando siempre el clima de sincera tolerancia y de colaboración
concreta con vistas al bien común.
En esta paciente obra de tutela del hombre y del verdadero bien social, los
creyentes deben desempeñar un papel peculiar. Juntos pueden dar un claro
testimonio de la prioridad del espíritu con respecto a las necesidades
materiales, por lo demás legítimas. Juntos pueden testimoniar que una visión
del mundo fundada en Dios garantiza también el valor inalienable del hombre. Si
se quita a Dios del mundo, ya no queda en él nada de verdaderamente humano. Sin
mirar al cielo, la criatura pierde el horizonte de su camino en la tierra. En la
base de todo auténtico humanismo se encuentra siempre el reconocimiento humilde
y confiado del primado de Dios.
7. ¡Queridos amigos! Permitidme que os salude así al término de este
encuentro familiar. A todos vosotros, a vuestras Iglesias y organizaciones
religiosas de Ucrania renuevo mi estima y mi afecto. Es grande vuestra misión
en este histórico comienzo de milenio. Seguid buscando juntos sin cesar una
creciente participación en los valores de la religiosidad en la libertad
y de la tolerancia en la justicia. Esta es la aportación más
significativa que podéis dar al progreso integral de la sociedad ucraniana.
El Obispo de Roma, que durante estos días se hace peregrino de esperanza en
Kiev y en Lvov, abraza a los creyentes de cada ciudad y de cada aldea de la
amada tierra ucraniana. Os asegura a vosotros y a todos su recuerdo en la oración,
para que el Altísimo derrame sobre vosotros su gracia. Dios, Padre bondadoso y
misericordioso, os bendiga a vosotros, aquí presentes, así como a vuestras
Iglesias y organizaciones religiosas. Que bendiga y proteja al amado pueblo
ucraniano, hoy y siempre.
3.-DISCURSO
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA DELEGACIÓN DEL PATRIARCADO
DE CONSTANTINOPLA
Viernes 29 de junio de 2001
Queridos
hermanos en Cristo:
1. "Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo quien, por su
gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,
nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible,
inmaculada e inmarcesible" (1 P 1, 3).
Con estas palabras de san Pedro a los cristianos del Ponto, de Galacia y
Capadocia, de Asia y Bitinia quiero acogeros hoy, amados hermanos, miembros de
la delegación del patriarca ecuménico Su Santidad Bartolomé I y del Santo Sínodo
del patriarcado de Constantinopla, con ocasión de la visita que hacéis a la
Iglesia de Roma, por la que me alegro en lo más profundo del corazón.
"Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor
Jesucristo" (Ga 1, 3). Sed bienvenidos entre nosotros en estos días
en que celebramos la fiesta de san Pedro y san Pablo.
Este intercambio de delegaciones entre la Iglesia de Roma y el Patriarcado ecuménico
con motivo de las fiestas patronales durante las cuales honramos la memoria de
los apóstoles san Pedro y san Pablo, y san Andrés, es una iniciativa bendecida
por el Señor. Incluso podemos decir que ya se ha convertido en una práctica
natural de fraternidad eclesial. Me alegro profundamente de esta costumbre y
agradezco vivamente al patriarcado ecuménico y al Santo Sínodo los
sentimientos que tienen, como la Iglesia de Roma, por esta iniciativa que nos
permite celebrar la obra realizada por el Señor gracias a los primeros Apóstoles.
Además, nos brinda la oportunidad de participar juntos en la oración y al
mismo tiempo es una ocasión de diálogo regular y armonioso. Vuestra presencia,
queridos hermanos, os hace partícipes de esta fiesta de la Iglesia de Roma.
2. Entre los primeros discípulos, Jesús llamó a dos hermanos, Simón y
Andrés. Eran pescadores. "Les dijo: "Venid conmigo, y os haré
pescadores de hombres". Y ellos al instante, dejando las redes, le
siguieron" (Mt 4, 19-20).
Desde entonces, el mensaje evangélico ha sido llevado hasta los confines de la
tierra, y nosotros estamos llamados a proseguir en la historia la misión
confiada a los Apóstoles. Como el Señor llamó "juntamente" a Pedro
y a Andrés para que fueran pescadores de hombres por el reino de Dios, también
juntamente los sucesores de los Apóstoles están invitados a anunciar la buena
nueva de la salvación, para que, por nuestras palabras y nuestra unión
fraterna, el mundo crea.
Todos los años la presencia de una delegación católica en la celebración
eucarística de El Fanar y vuestra participación en la celebración que se
realiza en San Pedro demuestran que estamos llamados por el Señor a esta misión
común. Sin embargo, la imposibilidad de participar juntos en el único
sacrificio de Cristo es para todos nosotros un sufrimiento y una exhortación a
buscar caminos que nos permitan resolver las divergencias que aún persisten
entre ortodoxos y católicos.
3. Con este fin, deben intensificarse las relaciones fraternas entre las
Iglesias particulares católicas y ortodoxas, así como el diálogo teológico.
Es importante afrontar y aclarar lo que queda del contencioso teológico, fundándose
en la sagrada Escritura y en la Tradición. El trabajo de la comisión mixta
debe completarse según el programa que se ha fijado. Sé que el Consejo
pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, el patriarcado
ecuménico y el co-presidente ortodoxo de la comisión mixta están en estrecho
contacto para decidir juntos la mejor manera de continuar el diálogo. La
Iglesia católica está igualmente en contacto con las Iglesias ortodoxas autocéfalas
y autónomas. La promoción del diálogo de la caridad, que ha permitido crear
las condiciones necesarias para la apertura del diálogo teológico, se ha
mostrado una vez más el medio más directo para que nos encontremos en la
verdad y en el afecto recíproco en Cristo.
4. La fiesta de san Pedro y san Pablo nos ha brindado una nueva ocasión de
pedir juntos a los santos Apóstoles que intercedan por todos los discípulos de
Cristo, para que "todos sean uno" y juntos sean "pescadores de
hombres" entre las generaciones jóvenes de este nuevo milenio, que tienen
sed de conocer a Cristo y de seguirlo. Ojalá que anunciemos juntos al Salvador,
para dar a esas generaciones "una esperanza viva", que no defrauda jamás.
5. Queridos hermanos, os agradezco vuestra visita y os pido que transmitáis
mi saludo fraterno a Su Santidad Bartolomé I, así como a todos los miembros
del Santo Sínodo del patriarcado ecuménico. Que el Señor esté siempre con
nosotros y nos guíe por los caminos de su Reino.
4.-
DESPEDIDA EN EL AEROPUERTO DE LVOV
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DISCURSO
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Miércoles 27 de junio de 2001
Le doy sinceramente las gracias, señor Leonid
Danilovic Kuchma, por la valiente invitación a visitar Ucrania. Gracias también
a todos los que han contribuido a mi encuentro pastoral con los fieles de la
Iglesia católica ucraniana y con la gente de vuestro noble país. Que Dios
bendiga su servicio, señor presidente, para el bien del pueblo
ucraniano.
Señor presidente de la República ucraniana;
señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado;
ilustres señores; amadísimos ucranios:
1. Ha llegado el momento de la despedida. Con emoción me despido de
vosotros, aquí presentes y por medio de vosotros me despido del pueblo de
Ucrania, que durante estos días he podido conocer mejor. De modo particular, me
despido de los habitantes de las ciudades de Kiev y Lvov, que me han acogido, y
de cuantos han venido de otras ciudades y países para encontrarse conmigo.
Al llegar me sentí rodeado del afecto de la ciudad de Kiev, con sus cúpulas
de oro y sus jardines. Después he gozado de la tradicional hospitalidad de Lvov,
ciudad de insignes monumentos, con tantos recuerdos cristianos.
Con gran nostalgia me voy ahora de esta tierra, encrucijada de pueblos y
culturas, desde la cual hace más de mil años el Evangelio comenzó a
difundirse y a echar raíces en el entramado histórico y cultural de las
poblaciones de Europa del Este. A todos y a cada uno de vosotros quisiera
repetir: ¡gracias!
2. Gracias a ti, Ucrania, que defendiste a Europa con tu incansable
y heroica lucha contra los invasores.
Gracias a vosotras, autoridades civiles y militares, por cuanto hacéis,
en vuestros respectivos campos, al servicio del progreso ordenado del pueblo
ucraniano, y gracias por el generoso empeño con que habéis asegurado el éxito
de mi viaje apostólico.
Gracias a vosotros, queridos hermanos y hermanas, que formáis parte de
esta comunidad cristiana, "fiel hasta la muerte" (Ap 2, 10).
Desde hace tiempo deseaba manifestaros mi admiración y mi aprecio por el
heroico testimonio que disteis durante el largo invierno de la persecución del
siglo pasado.
Gracias por las oraciones y por la larga preparación espiritual con que habéis
querido encontraros con el Sucesor de Pedro, para que os confirmara en la fe y
os ayudara a vivir el amor fraterno que "todo lo disculpa, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta" (1 Co 13, 7).
En el momento de dejar el suelo ucraniano, deseo enviar un saludo respetuoso y
cordial a los hermanos y hermanas de esta venerable Iglesia ortodoxa y a sus
pastores.
Os acompaño a todos con mi oración y a todos os formulo el deseo que, con
palabras de bendición, el apóstol san Pablo expresó a los cristianos de
Tesalónica: "El Señor de la paz os conceda la paz siempre y en
todos los órdenes" (2 Ts 3, 16).
3. El Señor te conceda la paz a ti, pueblo ucraniano, que, una vez
recuperada finalmente la libertad, con empeño tenaz y concorde has comenzado
una obra de redescubrimiento de tus raíces más auténticas y estás
recorriendo un laborioso camino de reformas, para dar a todos la posibilidad de
vivir y expresar su fe, su cultura y sus convicciones en un marco de libertad y
justicia.
Aunque sean aún dolorosas las cicatrices de las enormes heridas sufridas
en los interminables años de opresión, dictadura y totalitarismo, durante los
cuales se negaron y pisotearon los derechos del pueblo, mira con
confianza al futuro. Este es el tiempo propicio. Este es el tiempo de la
esperanza y la audacia.
Mi deseo es que Ucrania se inserte plenamente en una Europa que abarque todo el
continente, desde el Atlántico hasta los Urales. Como dije a fines de 1989, año
tan importante para la historia reciente del continente, no podrá existir
"una Europa pacífica e irradiadora de civilización sin esta ósmosis y
esta participación de valores diferentes pero complementarios" (Discurso a
la Curia romana, 22 de diciembre de 1989, n. 3: L'Osservatore Romano,
edición en lengua española, 7 de enero de 1990, p. 6), que son típicos de los
pueblos del Este y del Oeste.
4. En este importante cambio de época, la Iglesia, consciente de
su misión, seguirá exhortando a sus fieles a cooperar activamente con el
Estado en la promoción del bien común. En efecto, existe una caridad social
que se traduce en "servicio a la cultura, a la política, a la economía y
a la familia, para que en todas partes se respeten los principios fundamentales
de los que depende el destino del ser humano y el futuro de la civilización"
(Novo millennio ineunte, 51).
Por lo demás, los cristianos saben que con pleno derecho forman parte
integrante de la nación ucraniana. Lo son en virtud de una historia
milenaria, que comenzó con el bautismo de Vladimiro y de la Rus' de Kiev, el año
988, en las aguas de río Dniéper; pero lo son, sobre todo hoy, en virtud del
bautismo de sangre que recibieron durante las tremendas persecuciones del siglo XX:
en aquellos años terribles, fueron numerosísimos los testigos de la fe, no sólo
católicos sino también ortodoxos y reformados, que por amor a Cristo
afrontaron todo tipo de privaciones, llegando en muchos
casos hasta el sacrificio de la vida.
5. La unidad y la concordia constituyen el secreto de la paz
y la condición de un progreso social verdadero y estable. Gracias a esta sinergia
de intenciones y acciones, Ucrania, patria de fe y de diálogo, podrá ver
reconocida su dignidad en el concierto de la naciones.
Me vuelve a la memoria la advertencia solemne de vuestro gran poeta Taras
Shevchenko: "Solamente en tu casa encontrarás la verdad, la fuerza y
la libertad". Ucranios, en la tierra fecunda de vuestras tradiciones
están las raíces de vuestro futuro. Juntos podéis construirlo; juntos
podéis afrontar los desafíos del momento actual, animados por los ideales
comunes que constituyen el patrimonio imborrable de vuestra historia pasada y
reciente. La misión es común; por eso, también ha de ser común el compromiso
asumido por todo el pueblo ucraniano.
Te renuevo, tierra de Ucrania, mi deseo de prosperidad y de paz. Dejas en
mi corazón recuerdos inolvidables. Hasta la vista, pueblo amigo, que estrecho
en un abrazo de aprecio y afecto. Gracias por la cordial acogida y hospitalidad,
que jamás podré olvidar.
Hasta la vista, Ucrania. Hago mías las palabras de tu mayor poeta e imploro de
"Dios fuerte y justo" toda bendición para los hijos de tu tierra,
"cien veces ensangrentada, un tiempo tierra gloriosa". Amadísimos
hermanos y hermanas, también yo digo, con vuestro poeta y con vosotros:
Dios te proteja siempre, "oh santa, santa patria mía".
Pido a Dios omnipotente que te bendiga, pueblo ucraniano, y que sane todas tus
heridas. Que su gran amor colme tu corazón y te guíe en el tercer milenio
cristiano hacia un nuevo futuro de esperanza. En el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo.
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